miércoles, 27 de agosto de 2014

#117 ES LO QUE YO CREO. O LOS DOS



No sabía si lo era. Toda la vida creyendo serlo y al final iba a resultar que era lo que creía ser. Si seguía en esta línea me iba a reventar la cabeza. Siempre fui más de conversación liviana. Lo cierto es que ahora no conversaba con nadie. O quizás sí. Conmigo mismo, que al final resultaba ser otro. Osea dos. ¿O uno con un ser particionado como los discos duros? Vaya gilipollez. Decido ser dos. Muy parecidos por cierto, no por ser iguales sino por ser uno la aspiración del otro.

Y ahí me encuentro, conversando. No sé si pedirme una caña o dos. O a pares, porque menudo filón que ha encontrado mi cabeza para hacer cabriolas. Lo que me faltaba. Por si no centrifugaba a unas revoluciones superiores a las que un ser humano sano podía tolerar, ahora añado una perla. O dos.

¿Me bastaba aspirar a ser lo que deseaba ser sólo para sentirme a gusto conmigo mismo? Sonaba un poco a tener más cara que espalda. Los contratos se cumplen, si no no se firman. Pero en fin, que las contradicciones de uno siempre hacen que la realidad sea un poco más llevadera. Lo cierto es que si ahora tenía que asumir las dos realidades, no sé cómo iban a encajar ahí las contradicciones. Igual podía generar unas nuevas o duplicar las antiguas. Pero es que ya tenía unas cuantas, creo que la mejor opción sería compartirlas.

Cuando descubrí que no era lo que creía ser sino sólo una aspiración de serlo, lo llevé en secreto. Sí. Me daba como no sé qué. Algunos podían pensar que no era sino una justificación de mi fracaso vital, y otros simplemente pensar que estaba como una regadera. Me gusta regar. Pero no tengo regadera. Soy más de utilizar el vaso en el que me sirvo la cerveza en casa. Así mi ficus y yo compartimos menaje. Pero bueno, que me voy del asunto. Y tengo a mi otro recién estrenado yo esperando una solución.

Porque él es el bueno. Es el que yo debiera ser y sin embargo no soy. Es el íntegro de moral intachable, el padre amoroso y el amigo leal. Él es todo lo que yo deseaba ser. No, peor que eso. Él es todo lo que yo pensaba que estaba siendo a lo largo de mi vida. Y ahora descubro que no. Que es una especie de holograma que habita en mí. Que digo yo que si habita en mí es porqué yo le habré invitado. No sé, es todo muy confuso aún. Es como meter a un desconocido en casa, pero tener la sensación de conocerle de antes, y encima que te dé una envidia que te cagas su forma de ser.

Dicen que pienso demasiado. Que no hay que dar tantas vueltas a las cosas. Que las cosas son lo que son y que hay que aceptarlas como vienen. Yo no sé si me convence. Y el otro aún no sabe lo que piensa, porque claro, si lo pienso yo, igual lo piensa él. O no. Porque él seguro que piensa algo mejor. Yo no creo que piense tanto las cosas. Yo creo que exageran.

―¡El 83!

―Sí, es mi turno, quiero ciento cincuenta gramos de jamón serrano por favor.


Yo no pienso demasiado. Yo aprovecho los tiempos muertos.

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