Es
como la espuma. No tiene ni misterio ni alteraciones. Tal como la ves llegar
conoces el recorrido que hará en su vuelta al mar. Quizá la marea, el viento o
el ángulo de la luna puedan incidir en la trayectoria de regreso, pero en todo
caso no conlleva ningún misterio ese retorno.
Así
me gusta que sea, como una vida sencilla en la que apreciar los matices sin la
necesidad de preocuparse por la posibilidad de no encontrar el camino de
vuelta, por miedo a que esas mareas, esos vientos o esa luna tan puntual a su
cita, se desbocaran en sus propios parámetros y convirtieran la tranquilidad de
una rutina apacible, en un desenlace fatal.
Y
así transcurren los días, las noches, las estaciones y las mareas. Pero lo
espuma no deja de acariciar la fina arena, de transportar en su cresta restos
de madera, algas, y perlas de chapapote. Delicadamente las abandona en esa
sombra que deja el agua en la tierra mojada, onda coronada por la línea que la
sal marca como frontera. Y se vuelve a retraer a su origen.
La
espuma se desata por diferentes motivos, pero aquella espuma, la que yo
contemplo surge del batir de las olas, que no son grandes, pero sí constantes.
Y pienso que son como los azares de la vida, que llegan y se van. Que mientras
no se desboquen enfurecidas las olas, aguantamos sus embestidas a diario, sin
dejar de contemplar la espuma, su avance y vuelta. Para lo que no estamos
preparados es para un golpe de mar, de los que se llevan por delante la vida de
marinos y mariscadores, de los que en la vida real nos pasan a cualquiera por
encima sin contemplaciones. Haber estado atento, preparado. Porque ahora será a
ti a quien la espuma deje varado en la orilla.
Si
nos fijamos un poco en la fuerza de la marea, si miramos detrás de los vientos
y los hilos que mecen la luna, caeremos en la cuenta de que en nuestra vida
somos nosotros los que generamos la espuma, somos los que propiciamos con
nuestros actos la voracidad de los elementos que desencadenan la ola. Nosotros
somos los responsables últimos de que terminemos yaciendo sobre la arena.
Nosotros…
―
¡Papá, sólo te he dicho que me iba a pasar la noche con Ana!
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