miércoles, 24 de octubre de 2012

# 22 CLARO QUE TE QUIERO, TONTA




-¿Me quieres?
-Claro que te quiero, tonta. ¿A qué viene esa pregunta ahora? –dijo él sin despegar los ojos del periódico.
-Nunca me lo dices.
-Pero te lo demuestro, ¿no?
-Sí, pero ya sabes que me gusta que me lo digas.
-Te quiero.
-No, pero así no. Me gusta que me lo digas porque salga de ti, no porque te lo pida.
El bajó el periódico y la miró a los ojos por encima de las gafas.
-Te digo que te quiero –y volvió a abrir el periódico para retomar la lectura- pero ya sabes que yo soy más de hechos que de palabras.
-Sí, eso es lo que dices siempre.
-¿No te demuestro que te quiero cada día?
-Hombre, muy detallista no eres, la verdad.
Ahora fue ella la que dejó de mirarle sabiendo su reacción. El volvió a girarse hacia ella.
-¡Ah! O sea que no soy detallista. No te regalo flores, no te digo lo guapa que estás hoy y no te felicito el día de nuestro aniversario, ¿verdad? –indicó él con un tono ya algo malhumorado.
-Sí. Pero… sigo necesitando que, de vez en cuando, me digas que me quieres, que me des abrazos, que me beses. Me das pocos besos.
-¡Aquí está! Lo que te pasa es que hoy estás melosilla, ¿eh? –dijo él con ironía. Soltó el periódico e hizo el gesto de acariciarle la cara, pero ella le retiró la mano.
-¡Déjame ahora bobo!
-Si no me dices las cosas yo no puedo adivinarlas.
-Pues ya son muchos años como para que me conozcas, ¿no te parece? –dijo ella con simulado enfado.
-Seamos serios, cielo. Te quiero. Y lo sabes. Te quiero más que a nada en este mundo. Sé que a veces soy un poco seco…
-¿Un poco? –aprovechó ella la ocasión para cargarse de razón.
-… puede que no sea el hombre más cariñoso. Pero confiesa: ¿no me prefieres con estos defectillos y que a la vez sea un hombre trabajador, educado, buen esposo y buen padre?
Ella se rindió pronto.
-Si ya lo sé. Sé que eres el mejor hombre con el que me pude haber casado. Sé que tus hijos te adoran. Y tus nietos también. Pero ya sabes que tengo días en los que necesito más mimos –declaró ella con voz de niña pequeña, imitando unos pucheros.- Y hoy es uno de ellos.
-¡Anda, vieja tonta! Ven aquí.
Y se abrazaron durante un largo par de minutos finalizando con un lento beso en los labios.
-Venga, apaga la luz, que luego dices que te desvelas –dijo el viejo.
-Si ya sabes que apenas duermo en toda la noche con tus ronquidos. ¿Te has quitado la dentadura? –le recordó.
-Ahora mismo.
Apagaron la luz a la vez dejando la estancia en una oscuridad sólo interrumpida por la luz de las farolas que entraba por una pequeña rendija que quedó abierta en la persiana. Por debajo de la sábana se cogieron furtivamente la mano unos segundos y luego cada uno rezó a Morfeo para que les mantuviera arrullados más que la noche anterior. 

6 comentarios:

  1. Me ha encantado... qué tierno!! Como la vida misma....

    Bea CPP

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  2. Una escena muy común, y a la vez muy especial. Tierna, cargada de sencillez pero con la huella de complejidad que las mujeres no podemos evitar dejar en todo tipo de situaciones cotidianas. Y eso nos da fama de raras, pero al fin y al cabo también nos otorga el privilegio de sacarle las vueltas a la monotonía, aunque sea de manera fugaz y nocturna. Adorable...

    Ana CPP

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  3. Esta historia es un reflejo de la vida real, y sinceramente me la imagino en mi propia vejez porque siempre hay cosas que recordar. No basta con hacerlas al igual que no bastan las palabras, como todo el equilibrio es el camino al éxito.

    Me ha encantado.
    Almudena Curto

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