miércoles, 14 de enero de 2015

#137 CASO RESUELTO



Ha sido asesinado. Está claro dijo el brigada Ruipol.

Lo entiendo respondió su ayudante. Pero, ¿cómo? No hay signos de violencia.

A Ruipol le chirriaba esa pregunta. Sabía que no sólo estaba hecha con retintín, sino que en el fondo era una especie de prueba que al rato habría sido la comidilla de la comisaría. Llevaba ya casi un año sin resolver uno solo de los casos que le habían asignado. Todos homicidios, y en todos los casos los responsables de los mismos campaban impunes. Y como no podía ser de otra forma se había convertido en el chiste de la oficina. Lo grave no era que se rieran de él los veteranos, los que como él llevaban años pateando la ciudad, sino que los más imberbes e inexpertos, como en el caso de su ayudante, se unían a la chanza y participaban de ella. En el caso de su ayudante era doblemente grave, ya que era él y no otro el que facilitaba los detalles de su errática investigación al resto de compañeros.

Yo diría que se trata de asfixia volvió a elucubrar Ruipol.

Eran las dos de la mañana y aún quedaba un rato para que llegaran los compañeros de la científica para examinar el piso. Ruipol llamó desde su casa a su joven delfín, Arauco, para que le acompañara a un aviso recibido en la central.

Crimen pasional insistió el brigada.

Aham musitó con una ligera sonrisa Arauco, regocijándose en la idea del desayuno del día siguiente entre las risas de sus compañeros.

Ruipol empezó a deambular por el pequeño piso ante la atenta mirada de su ayudante.

―¿Y qué cree usted que pasó exactamente, mi brigada?

Ruipol avanzó hasta el dormitorio, comentando en voz alta su hipotética reconstrucción de los hechos.

Probablemente la pareja se reunió con la víctima aquí, en su casa, discutieron y la bronca fue a más. Entonces el asesino asfixió a su chico con este cojín . Ruipol lanzó el arma del crimen a su ayudante el cual la cogió al vuelo.

―¿Asesino? ¿Su chico? ¿Insinúa mi brigada que eran dos chicos? interpeló Arauco mientras se arrodillaba al lado de la víctima con el cojín entre las manos.

Aham ahora era a Ruipol al que se le escapaba una sonrisa

―¡Joder! ¡Mi brigada! ¡Es Antúnez! El muerto es Antúnez, pero qué coño... Cómo puede ser...

Antúnez. Menudo imbécil. Veinte años llevaba Ruipol trabajando con él y veinte años llevaba sufriendo sus críticas. El último año había sido especialmente duro, ya que por el ansia de protagonismo de Antúnez había éste liderado el acoso al brigada. Cuando no había material para burlarse de él, Antúnez siempre se inventaba alguna anécdota inexistente que hacía correr por la oficina.

Habrá que llamar a la central para informar mi brigada... Arauco nervioso seguía arrodillado al lado de su compañero con el cojín en la mano.

Aham volvía a musitar Ruipol.

―¡Mi brigada haga algo! Hay que...

Arauco no terminó la frase. Los trozos de un horrible jarrón azul volaron por la habitación a la vez que el joven ayudante se desplomaba encima de Antúnez.

Lo dicho , Ruipol disertaba Crimen pasional. Dos hombres algo más que compañeros discutieron por motivos de celos, uno de ellos perdió la calma y rompió un jarrón en la cabeza del otro sin consecuencias mayores . Mientras decía esto colocó la boca del jarrón en la mano de Antúnez. El agredido enfurecido cogió un cojín y asfixió a su amante sin compasión. Cuando se dió cuenta de lo que había hecho, arrepentido, se quitó la vida. Sencillo dicho esto sacó el arma de Arauco, se la colocó en la mano a su ayudante, y después de enroscar un silenciador le descerrajó un tiro en la sien, evitando salpicarse. Arauco quedó tendido sobre su compañero, la pistola en una mano, el cojín en la otra.

Ruipol se quitó los guantes de látex justo cuando llamaban a la puerta. Eran los compañeros de la científica. Ruipol les dejó pasar y salió a la calle. Se encendió un cigarro mientras iniciaba su paseo a casa. Un año después lo había conseguido. Caso resuelto.



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