miércoles, 18 de diciembre de 2013

#82 DROGA ROSA



Hacía tiempo, muchos años, que lo había dejado. Se había quitado por completo. Lo bueno es que no había sido nada doloroso. Con el paso del tiempo, aquello dejó de ser tan emocionante como lo fue al principio. No se había dado cuenta, pero ni siquiera el segundo día fue tan bueno como el primero. Fue maravilloso, casi celestial. Se acercaba mucho, muchísimo, a la primera experiencia, pero no llegó a alcanzarla. Y el tercer día no alcanzó al segundo. Ni el cuarto al tercero. Y así sucesivamente. Así que es posible que lo aceptara de aquella manera y lo quisiera como le vino. Y lo mantuvo porque el día que no tenía su dosis la cogía al día siguiente con el doble de ganas siendo consciente de que no sería igual de buena que el día anterior. Pero no importaba. Le satisfaría igual.

Ahora, pasado el tiempo, pasado el embrujo de aquella droga que lo envolvía todo de color rosa, recordaba momentos no tan buenos en los que la fiebre alteraba su percepción, y en lugar de hacerla viajar en una nube, la arrojaba a los infiernos más grises y malolientes. Los conocidos más queridos y dulces se trasformaban en bestias sádicas y ogros vociferantes. La armonía de la segunda dimensión se convertía en angustiosa sensación real. Por suerte aquello era temporal y siempre retornaban las alegrías y los paseos por el parque y en descapotable, los saltos en los charcos de lluvia, las risas por el suelo cuando estaba a punto de acabarse el efecto.


La evolución la había llevado a salir de aquello sin apenas sentirlo, en una transición hacia la cordura, hacia la visión de otra realidad que el color rosa de Peppa Pig le había nublado durante mucha parte de su infancia.

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