―Me llamo Pablo.
―Extendió su mano.
―Natalia.
―Ah, muy
interesante.
―¿Qué tiene de
interesante?
―Bueno, suena a
chiste, pero esta noche había quedado con una chica que se llama Natalia
también. Nos hemos conocido por Internet y jamás he hablado con ella. Ni
siquiera he visto una foto suya.
―Pues qué
coincidencia, yo también pienso que suena a chiste. Nunca habían intentado esa
maniobra conmigo.
―En serio. Bueno,
no importa. ―Pasaron unos cuántos segundos en silencio―. ¿A qué te dedicas?
―No te ofendas,
pero no me apetece tener esta conversación ―atajó ella cortante.
―Está bien.
Solamente pensaba que, como es posible que tengamos que estar un rato aquí,
podríamos charlar. ¿Qué ibas a hacer tú hoy? Si crees que es mucha
indiscreción, puedes inventarte algo.
―Está bien. Pues…
―Miró hacia el techo con evidente intención de creatividad―. Digamos que yo
también tenía una cita con alguien.
―¿Ah, sí? ¡Qué
casualidad! ¿Y ese alguien es tu novio? ¿Tu marido?
―No creo haberte
dicho que fuera un chico.
―Tienes razón. Es
lo lógico, por lo menos para mí, pensar que una chica tenga una cita con un
chico y no con otra chica. No es que esté en contra, entiéndeme. No soy para
nada homófobo. Pero tal vez tradicional. Sí, puede que sea eso. Honestamente
creo que la homosexualidad aún no está normalizada y por eso no lo he interiorizado
con naturalidad. Pero, en fin. A favor, ¡claro que sí! Es más, tal vez todos
deberíamos al menos probar una relación homosexual al menos una vez para estar
seguros de que seguimos realmente lo que queremos. Eso es. ¿No te parece, tú
que sabes de estas cosas?
―Eso, cerebro de
troglodita, es una gilipollez. ¿Por qué no mejor te metes a cura para estar
seguro de que no tienes vocación? ―Y se giró para mirar hacia otro lado
mientras se lamentaba haber salido de casa aquella noche.
―Cierto, no será
necesario probar todo para saber que no lo quieres. ¿Ves? Soy demasiado
tradicional. Y además me pone un poco nervioso hablar con una lesbiana. Por eso
hablo tanto y tan deprisa. Me pasa desde pequeño. Cuando me pongo nervioso, en
lugar de callarme y escuchar… ¡hala!... me lanzo a rajar como un loro. No lo
puedo evitar.
―¿Lo has intentado
alguna vez?
―Eeeeh… no. Pero es
que me supera. Fíjate, nunca he conocido a una lesbiana y me parece muy
interesante…
―¿Qué es lo que te
parece interesante exactamente? ―le interrumpió.
―Pues… eso. Lo del
sexo y todo lo demás. Por ejemplo, no entiendo muy bien cómo se ven parejas de
lesbianas en las que una claramente es la machota, con su aspecto de tío por su
ropa, sus maneras, su corte de pelo, etc. ¿No es que a las lesbianas les gustan
las mujeres? ¿Por qué a una lesbiana le gusta una mujer con pinta de hombre? Y
en la cama, ¿cómo se puede tener una relación completa sin un pene de por
medio?
―Creo que si sigues
hablando te voy a partir la cara y si tengo ocasión arrancarte el pene ése del
que hablas.
―Bueno, tampoco es
para ponerse así. Me has preguntado.
―Creo que me sobra
el ciento uno por ciento de tu respuesta. ―Miró al techo―: Dios, sácame de aquí. Te prometo que iré más
a visitarte.
Las súplicas de
Natalia se recogieron de inmediato y volvió la luz poniendo el ascensor de nuevo
en marcha hacia la planta tercera. Las puertas se abrieron y ella se quedó
parada dentro.
―¿No sales? ―invitó
él con una sonrisa.
―Creo que prefiero
volver a bajar. Gracias ―dijo con una sonrisa forzada.
―Bueno, pues
encantado de haberte conocido.
Las puertas se
cerraron de nuevo. En el trayecto de descenso, Natalia se planteó hacerse
lesbiana de verdad si sus ligues por Internet le iban a deparar semejantes
sorpresas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario