martes, 19 de noviembre de 2013

#78 FISTERRA




Liam Kindelan llegó caminando hasta la punta del final de la tierra. Había recorrido ese camino en numerosas ocasiones, pero se le antojaba pensar que aquélla sería una de las últimas. Se sentó en las negras rocas con los ojos cerrados para escuchar cómo las olas traían los ruidos del mar cercano y lejano. Era gracioso, o por lo menos así lo pensó Liam, cómo otros hombres de otras épocas podían haber puesto sus culos en la misma roca donde él tenía puesto el suyo ahora mismo. Los mismos seres humanos que pensaban que el mundo se acababa en aquel lugar y que más allá no existía nada. Los mismos que estaban totalmente convencidos, por lo tanto, de que la tierra era totalmente plana. Y mucho tiempo antes estarían sentados en esa roca aquellos que tan siquiera se lo cuestionaban. Con poder encontrar una presa para dar de comer al clan tenían bastante. Adoraban aquel puñado de rocas y las mitificaban para darles un sentido místico, sobrenatural. Aquellas parejas que quisieran tener descendencia habrían de acudir allí mismo donde estaba él a copular, pues el poder de un ser superior así lo estipulaba y así se lo había transmitido a los elegidos. Y muy convincentes debieron de ser a través de los tiempos los distintos iluminados, porque Liam mismo había acudido años atrás con su mujer a la ermita de San Guillermo, el cual concedería tal favor a la pareja por el simple hecho de llevar a cabo el ritual de la coyunda a sus pies. No había duda de que el santo se había puesto las botas desde que le dieron tal honor. Lo que sí ponía Liam en duda era el efecto de su virtud, pues jamás él y su difunta esposa tuvieron vástago alguno que probara el poder que se le confería. Es posible que fuera cuestión de fe. En ese aspecto la duda era en vano. Karen fue atea y Liam lo seguía siendo. Habría resultado más práctico creer. Como a aquéllos que creían a pies juntillas que la tierra era plana. Como Liam creía que la tierra era redonda. Pero, ¿y si estaba equivocado? ¿Y si no era cierta la redondez del planeta? ¿Y si un iluminado Copérnico venía con una nueva teoría de una desconocida forma geométrica aplicable con miles de argumentaciones, todas perfectamente planteadas? ¿Otra cuarta, quinta, sexta dimensión? ¿Por qué no? ¡Estaríamos todos los demás equivocados! Pero no desde ese momento. Peor, de siempre. ¡Todos los anteriores los estuvieron!  Y sin embargo aquí estamos, pensaba Liam. ¿Qué nos diferencia? Después de eso otras parejas seguirán viniendo aquí a ver si San Guillermo les concede un hijo.



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