Liam Kindelan llegó caminando hasta la punta del final de la tierra. Había recorrido ese camino en numerosas
ocasiones, pero se le antojaba pensar que aquélla sería una de las últimas. Se
sentó en las negras rocas con los ojos cerrados para escuchar cómo las olas
traían los ruidos del mar cercano y lejano. Era gracioso, o por lo menos así lo
pensó Liam, cómo otros hombres de otras épocas podían haber puesto sus culos en
la misma roca donde él tenía puesto el suyo ahora mismo. Los mismos seres
humanos que pensaban que el mundo se acababa en aquel lugar y que más allá no
existía nada. Los mismos que estaban totalmente convencidos, por lo tanto, de
que la tierra era totalmente plana. Y mucho tiempo antes estarían sentados en
esa roca aquellos que tan siquiera se lo cuestionaban. Con poder encontrar una
presa para dar de comer al clan tenían bastante. Adoraban aquel puñado de rocas
y las mitificaban para darles un sentido místico, sobrenatural. Aquellas
parejas que quisieran tener descendencia habrían de acudir allí mismo donde
estaba él a copular, pues el poder de un ser superior así lo estipulaba y así
se lo había transmitido a los elegidos. Y muy convincentes debieron de ser a
través de los tiempos los distintos iluminados, porque Liam mismo había acudido
años atrás con su mujer a la ermita de San Guillermo, el cual concedería tal
favor a la pareja por el simple hecho de llevar a cabo el ritual de la coyunda
a sus pies. No había duda de que el santo se había puesto las botas desde que
le dieron tal honor. Lo que sí ponía Liam en duda era el efecto de su virtud,
pues jamás él y su difunta esposa tuvieron vástago alguno que probara el poder
que se le confería. Es posible que fuera cuestión de fe. En ese aspecto la duda
era en vano. Karen fue atea y Liam lo seguía siendo. Habría resultado más
práctico creer. Como a aquéllos que creían a pies juntillas que la tierra era
plana. Como Liam creía que la tierra era redonda. Pero, ¿y si estaba
equivocado? ¿Y si no era cierta la redondez del planeta? ¿Y si un iluminado Copérnico
venía con una nueva teoría de una desconocida forma geométrica aplicable con
miles de argumentaciones, todas perfectamente planteadas? ¿Otra cuarta, quinta,
sexta dimensión? ¿Por qué no? ¡Estaríamos todos los demás equivocados! Pero no
desde ese momento. Peor, de siempre. ¡Todos los anteriores los estuvieron! Y sin embargo aquí estamos, pensaba Liam.
¿Qué nos diferencia? Después de eso otras parejas seguirán viniendo aquí a ver
si San Guillermo les concede un hijo.
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