martes, 5 de mayo de 2015

#153 Y OTRA



Cerró los ojos para oír su voz y le pareció que aquella vez había sido la buena. El esfuerzo le había merecido la pena. Después de tres años de ensayos casi diarios, por fin podía decir que lo había conseguido, que había dado con su registro. El ritmo, la entonación, la vocalización. La interpretación. Todo había sido perfecto. Estaba satisfecho y su orgullo había engordado de golpe quince quilazos. Sonreía para sí y se daba palmadas en la espalda. Enhorabuena. Lo has logrado. Ha valido la pena tanto trabajo. Ya puedes considerarte un profesional. Mira todo el espectro de posibilidades que se abre ahora ante ti. Has dado el salto, se decía.

Javier se mantuvo en silencio hasta el final, como siempre hacía. Aquella vez no tomó ni una sola nota, lo que para Pedro no era sino un buen síntoma.

―Quiero oirlo otra vez ―dijo Javier.

Pedro comenzó a encogerse cuando vio a Javier sujetar el bolígrafo y empezar a garabatear después de cada una de las sentencias. No dio cuartel a ninguna. Incluso alguna la repitió dos y hasta tres veces. El orgullo de Pedro que había engordado tanto en la primera vuelta, se sintió amenazado en la segunda. Y llegó el juicio:

―La vocalización casi perfecta. Te has saltado tres sinalefas. “Me has vencido” es “me HAS vencido” y no “más vencido”. Y doscientos es “doSCientos”, y no “doCientos”. Y lo mismo con “treSCientos” y demás. Aquí, aquí y aquí se te pierde la voz al final. No has respirado bien, y eso es porque no te has marcado bien las pausas. Te has quedado sin aire. Hay un par de ruidos con la lengua, pero bueno, en cierto momento se podrían quitar. Te has ido fuera de tiempo. Es un spot de veinte segundos, tú te has pasado dos. Lo cual me lleva a tu interpretación. Para mi abuela estaría bien, pero como ves esto va dirigido a quinceañeros, así que más ritmo y sobre todo más alegría. Te ha faltado sonreír sólo todo el tiempo, Lo quiero más sonreído ―. Hizo una pausa―. Pero bien. Mejor que nunca. Te tendrías que oír cuando llegaste el primer día, la primera semana, el primer mes. Así que al micro otra vez y, ya sabes, ¡pásatelo muy bien!

Pedro se colocó delante del atril y con ganas de llorar plantó una sonrisa de oreja a oreja en su cara y ordenó:


―¡Lánzalo otra vez!

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